viernes, 8 de agosto de 2008

Igualdad y buenos tratos en las Relaciones

Muchas son las historias que escucho y en las que participo a través de mi trabajo que me resultan relevantes, aprendo de ellas y me invitan a reflexionar.

Tal es el caso de la historia de alguien a quien llamaré M., de mujer ,que acudió no hace mucho a mi consulta porque algo le estaba inquietando y sentía que necesitaba ayuda profesional.

El motivo de su inquietud resultó ser el hecho de que observaba de si misma comportamientos inadecuados de su parte en relación con su pareja, que estaban dando lugar al deterioro progresivo de la relación.

M. tenía la sospecha de que esto podría estar relacionado con una relación que vivió tiempo atrás, pero que creía que había dejado una importante huella en su vida. En dicha relación había sido víctima de malos tratos, tanto psicológicos como físicos.

Algo que nunca antes había sucedido en su vida, y de lo que hasta entonces solo había sabido de ello por las noticias.

Aunque los malos tratos fueron evidentes desde el principio y su familia y amigos le aconsejaban terminar con la relación, M., en esos momentos, prefirió apartar a su familia y amigos y se mantuvo en dicha relación durante algunos años.

Finalmente, por si misma, tomó la decisión de romper y, únicamente con libros de auto-ayuda, sin compartirlo con nadie, sin solicitar ayuda, consiguió recuperarse a si misma y continuar con su vida.

Actualmente se sorprende a si misma “tratando mal a su pareja”. Cuando indagamos un poco más sobre esto resulta ser que cualquier pequeño detalle o comentario de él, es tomado por ella como una amenaza, un ataque personal y se produce por su parte una respuesta rápida, de ataque y menosprecio. Teme volver a ser una víctima y algo dentro de si misma le indica que antes de eso es preferible atacar, con lo cuál invierte el proceso.

A ella le sorprendía también que su pareja actual estaba aprendiendo a relacionarse con ella de esta manera, haciéndose cada vez más experto en el tema.

Tanto ella como su pareja proceden de entornos familiares en los que no han existido malos tratos. Ella le describe a él como una persona tranquila y amable y se describe a si misma, antes de “aquella” relación, como un persona con carácter, pero no violenta y/o agresiva.

Por lo tanto creía que había aprendido algo en aquella relación que se estaba trasladando a esta y que además parecía contagioso.


Algo bastante común en las personas que, siendo víctimas de malos tratos, permanecen en esta situación, es su intención y su esperanza última de que el comportamiento agresivo cambie. Cuando son preguntadas por esto reconocen e insisten en que conocen el lado bueno del individuo, “ ….los buenos momentos son muy buenos…”, “..tiene otro lado amable y amoroso…” . Recuperar esto se convierte en una obsesión y llegan a pensar que si le aman e insisten lo suficiente, la persona cambiará.

M. permaneció en una relación perjudicial para ella durante demasiado tiempo también por esta razón, hasta que comprendió que en lugar de cambiar iba a peor y entonces decidió salvarse a si misma.

Y hoy en día, habiendo pasado el tiempo, aún se sentía afectada por esto. Durante nuestra conversación tuvimos cuidado de dejar al protagonista de su experiencia anterior fuera de la escena actual. Fisiológicamente lo situábamos en un rincón lejano de la habitación, siendo alguien a tener en cuenta únicamente como referencia para posibles comprensiones relacionadas con el escenario actual de M.. Esto implicaba, desde luego, que ella no intentaría ni le importaría nada relacionado con él y su cambio o no cambio, para centrarse en su relación actual y lo que realmente quiere y es necesario para mejorar.

Me parece muy importante que una persona que ha sido agredida pueda tener la seguridad física y emocional de la separación, del alejamiento. Y sobre todo que pueda obviar cualquier tipo de responsabilidad o anhelo de tener que hacer nada con ello, salvo el hecho de solucionar su propio problema y poder emprender nuevas posibilidades.

Sin embargo desde la curiosidad profesional y teniendo en cuenta y estando de acuerdo en que los malos tratos son un problema social, y una vez en mi propia intimidad, me pregunto abiertamente ¿Qué pasa con el personaje que hemos dejado en la esquina de la habitación?

Me permito enfocarme en él y lo primero que siento es el riesgo social. Alguien que de manera inconsciente está siendo, como mínimo, un “propagador” de agresividad y violencia.

Temo que si algo no lo para algún día podría llegar a ser el protagonista de las desagradables noticias de violencia de género a las que casi estamos acostumbrados.

Pienso también en el deseo que en su día tuvo M. de cambiarlo, en todo lo que le atrajo de él, en lo que podía vislumbrar, en alguien que por momentos también es capaz de expresar amor.

Y lo veo como a un tipo al parecer destinado a vivir el amor o la intimidad únicamente a través de la falta de respecto y degradación de otro ser humano.

Y me pregunto, ¿Qué opciones reales de cambio tiene esta persona?

A lo largo de mi profesión, en todos los casos que he conocido sobre malos tratos, las personas que los ejercían tenían claramente antecedentes familiares o se habían movido en algún tipo de entorno social que promovía la desigualdad y/o el poder.

Yo misma, cuando era niña, en los años 60/70, recuerdo que en mi entorno era natural escuchar historias de malos tratos, y en el mismo bloque donde vivía había varios ejemplos de familias donde estas prácticas eran habituales.

No es difícil imaginar a niños y niñas aprendiendo inevitablemente, bien sea por acción directa, o por historias ambientales, de los modelos insanos de relación que les rodean, donde con toda facilidad y desparpajo se mezclan el amor, la intimidad, las luchas de poder y la violencia.

Creo reconocer que gran cantidad de estos niños y niñas han conseguido usar los ejemplos para saber lo que no querían y por contraste crear nuevos modelos relacionales que rompen con la tradición de los malos tratos.

Muchas personas se han negado a ejercer en sus relaciones ni de víctimas, ni de verdugos. Creo que el intento de este cambio de tradición es lo que provoca la actual crisis en las relaciones interpersonales, donde se sabe bien lo que no se quiere, y aún se tiene cierta dificultad con crear nuevos modelos…

Aún así se intentan fórmulas, por ejemplo, evitando el exceso de intimidad, aprendiendo a vivir solos, leyendo libros de auto-ayuda, acudiendo a profesionales, etc….

La psicóloga Leonore Walter describe en su libro “Teoría del ciclo de la violencia” (1984) una serie de etapas en las relaciones en las que existen malos tratos:

- Fase de acumulación de tensión
- Fase de explosión violenta
- Fase de “Luna de Miel”
- Escalada de violencia de género

Cualquiera que sea el papel en la situación de agresión (víctima o verdugo), de acuerdo con la experiencia cotidiana de la relación y mucho antes de llegar a una fase final, alguien tendría que notar ciertos síntomas. Este notar y en el mejor de los casos tomar consciencia de la existencia de un problema es lo que puede poner límites.

Creo que la gran cantidad de personas que están consiguiendo romper con la tradición de los malos tratos en algún momento han identificado en si mismos o en sus relaciones los síntomas relacionados. Han tenido que pasar por la confusión de reconocer el problema, pero al mismo tiempo, cada cuál como ha podido, ha puesto los límites a la posible escalada de violencia.

Algo que M. encontraba muy grave en relación con su “ex”, es que no tenía consciencia de que tenía un problema. El no se daba cuenta. La comprensión de esto es lo que realmente la hizo desistir y tomar una decisión firme de apoyo a si misma.

Ella, con su ejemplo y en su piel, ya ha hecho lo posible para que el personaje en cuestión pudiera saber de si mismo que tiene un problema. No resultó. ¿Qué pasará? ¿Necesitará más ejemplos?

¿Cómo socialmente contribuiremos a mostrarle al individuo que tiene un problema? ¿Cómo además hacerle desear la solución?

Creo que socialmente es importante tomar consciencia de que venimos de una cultura basada en la desigualdad y los malos tratos. Nuestros padres ya hicieron mucho por cambiar esto y nosotros seguimos involucrados en ello.

Posiblemente hay mucho que no está en nuestra mano hacer, pero podría ser suficiente la decisión y determinación de al menos, no ser, en ningún caso, un posible transmisor del desigualdad y/o luchas de poder.

Agradezco profundamente a M. la oportunidad de esta reflexión. Ella es consciente de lo que aprendió y ahora también de que es algo que no quiere que se perpetúe en su vida. Ha sido fácil para ella poner la atención y describir con claridad que es lo que realmente sí quiere. Sabe que si aprendió lo que para ella no es natural, ni es deseable, puede aprender también y retomar la dirección de los buenos tratos, el respeto, la calidez y el apoyo mutuo, la confianza, y, desde luego, para si misma un inestimable estado de paz interior.

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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Querida Concha, querida M:
en plena recuperación de mi libertad, sanándome tras un proceso muy similar al que compartís... leo esta mañana este testimonio sobre los malos tratos en las relaciones de pareja y me conmuevo hasta lugares que todavía no sospechaba de mí misma. Hallo fuerza y determinación, coraje y arrojo y también lucidez y discernimiento, para permanecer muy atenta. Merezco las mejores relaciones de correspondencia y reciprocidad con quienes me rodean, mis padres, mis hijos, mis amigos, y sobre todo una buena relación de intimidad y amor, con alguien especial. Y sí, este testimonio de tu trabajo que nos compartes es muy esclarecedor para mí en este momento. Me anima a seguir formándome para poder asistir a otros en el paso por los lugares estrechos por donde yo pasé con una venda en los ojos... Gracias de corazón por ayudarnos en nuestro camino de aprender a amarnos de verdad.
pilar

Anónimo dijo...

Querida Concha, me ha parecido genial tu reflexión sobre los malos tratos.

Anónimo dijo...

Felicidades por tú reflexión. Un abrazo